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Ursula von der Leyen ataca duramente a China y pone en entredicho el futuro sobre el restablecimiento diplomático con la UE

La dura intervención de Von der Leyen en la cumbre del G7 ha mermado las esperanzas de un restablecimiento diplomático entre la UE y China.
El verano ha llegado a Bruselas con una nueva tendencia: fuera las palomas, dentro los halcones. Después de semanas anunciando señales de un acercamiento diplomático a China, o al menos de un deshielo, Ursula von der Leyen dio un brusco giro en la cumbre del G7 con un duro ataque contra el «patrón de dominación, dependencia y chantaje» de Pekín respecto a sus socios comerciales, entre ellos la Unión Europea y Estados Unidos.
«China ha demostrado ampliamente su falta de voluntad para vivir dentro de las limitaciones del sistema internacional basado en normas», dijo von der Leyen en su intervención.
«Mientras otros abrían su mercado, China se centraba en socavar las protecciones de la propiedad intelectual y las subvenciones masivas con el objetivo de dominar la fabricación y las cadenas de suministro mundiales», prosiguió. «Esto no es competencia de mercado: es distorsión con intención».
La presidenta de la Comisión Europea declaró, a bocajarro, que el origen del «mayor problema colectivo» del sistema mundial de comercio residía en la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001.
La entrada de Pekín en la OMC ha sido muy controvertida, ya que abrió los mercados internacionales a una oleada de exportaciones de bajo coste. La admisión se relaciona con el llamado «choque chino» y el declive del empleo en el sector manufacturero tanto en la UE como en Estados Unidos. En la cumbre del G7, von der Leyen advirtió de que se estaba produciendo un «nuevo choque chino».
Fue una denuncia a guantazos que dejó al descubierto el estado de ánimo de la jefa de la Comisión, su creciente disgusto y exasperación. En muchos sentidos, fue una vuelta a la postura de línea dura de su primer mandato, durante el cual promovió el famoso concepto de «des-riesgo» para reducir las dependencias vulnerables que China podría explotar.
Pekín no tardó en responder a las invectivas de von der Leyen. Guo Jiakun, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, calificó sus comentarios de «infundados» y «tendenciosos». Guo, sin embargo, no perdió la oportunidad de ofrecer una nueva rama de olivo.
«China está dispuesta a aumentar la comunicación y la coordinación con la UE, gestionar adecuadamente las diferencias comerciales y lograr una prosperidad compartida y beneficiosa para todos», afirmó. «Dicho esto, nos oponemos firmemente a cualquier intento de perjudicar el derecho de China al desarrollo o incluso de hacer valer los propios intereses a costa de China».
El reseteo que nunca tuvo lugar
El intento conciliador encaja en la «ofensiva de encanto» de Pekín, como la llaman los diplomáticos, hacia el bloque en respuesta a las políticas disruptivas del presidente estadounidense Donald Trump, que ha impuesto aranceles punitivos a aliados y adversarios por igual.
Presintiendo una inminente ruptura de la alianza occidental, China ha hecho varias insinuaciones para ganarse el favor de Bruselas, incluido el levantamiento de las controvertidas sanciones a los legisladores, antes de una muy esperada cumbre UE-China a finales de julio.
El mes pasado, el Presidente chino, Xi Jinping, saludó el 50 aniversario de las relaciones bilaterales como una oportunidad para «abrir un futuro más brillante» en la diplomacia. Von der Leyen respondió: «Seguimos comprometidos a profundizar nuestra asociación con China. Una relación equilibrada, basada en la equidad y la reciprocidad, redunda en nuestro interés común».
Pero en su intervención en el G7, pronunciada con Trump en la sala, este compromiso brilló por su ausencia. En su lugar, dejó que el halcón volara libre y salvaje. En el centro de su discurso estuvo la reciente decisión de Pekín de restringir las ventas de siete materiales de tierras raras, lo que, en su opinión, equivale a «militarizar» el comercio.
China tiene una posición casi monopolística sobre las tierras raras, los 17 elementos metálicos esenciales para construir tecnologías de vanguardia. El país controla aproximadamente el 60% del suministro mundial y el 90% de la capacidad de procesamiento y refinado.
Aunque las restricciones se han suavizado en los últimos días, von der Leyen advirtió de que «la amenaza persiste» y pidió al G7 que cerrara filas para aumentar la presión sobre China.

Las tierras raras son sólo la punta de un iceberg formado por disputas comerciales que han abierto una profunda brecha entre Bruselas y Pekín. En los últimos años, el bloque ha impuesto fuertes aranceles a los vehículos eléctricos fabricados en China, ha excluido a las empresas chinas de las licitaciones públicas de dispositivos médicos, ha etiquetado a Huawei y ZTE como «proveedores de alto riesgo» de redes 5G y ha iniciado investigaciones sobre usos sospechosos de subvenciones industriales.
Bruselas también ha acusado a Pekín de participar en campañas a gran escala de manipulaciones e interferencias de información extranjera (conocidas como FIMI, por sus siglas en inglés), piratear agencias estatales, avivar las tensiones militares en el estrecho de Taiwán, violar los derechos humanos de la población uigur y actuar como «facilitador clave» de la invasión rusa de Ucrania.
A pesar de las ruidosas súplicas de los europeos, Xi Jinping ha redoblado su alianza «sin límites» con Vladímir Putin, causando consternación e indignación en todo el continente. Al no ofrecer concesiones significativas y aferrarse a sus prácticas de siempre, China ha desaprovechado la oportunidad ofrecida por von der Leyen tras la toma de posesión de Trump, afirma Noah Barkin, investigador principal visitante en el German Marshall Fund.
«Las críticas sin tapujos de Von der Leyen a China en la cumbre del G7 son una respuesta a la intransigencia de Pekín. A menos que China se muestre dispuesta a abordar las preocupaciones de Europa, es improbable que la cumbre de julio produzca resultados sustanciales», afirmó Barkin.
«Lo más probable es que las tensiones entre la UE y China sigan aumentando. El cierre del mercado estadounidense a los productos chinos provocará un desvío de las exportaciones hacia Europa, aumentando la amenaza para la industria europea. Y la retirada del apoyo estadounidense a Ucrania convertirá el apoyo de China a Rusia en un problema aún mayor para Europa.»
Mantenerse fiel a la realidad
Aunque von der Leyen ha recibido aplausos por su lúcida y objetiva valoración de las relaciones UE-China, sus opiniones no han sido aceptadas universalmente por los Estados miembros, los verdaderos guardianes del poder político.
En abril, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, viajó a Pekín, mantuvo una reunión bilateral con el Presidente Xi e hizo un llamamiento para pasar página al enfoque de confrontación.
«España está a favor de unas relaciones más equilibradas entre la Unión Europea y China, de encontrar soluciones negociadas a nuestras diferencias, que las tenemos, y de una mayor cooperación en áreas de interés común», dijo Sánchez.
Las palabras del español llamaron inmediatamente la atención de Bruselas y dispararon las especulaciones sobre un reseteo diplomático. Pero Alicja Bachulska, investigadora política en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), afirma que el discurso nunca fue creíble. «Las esperanzas de un posible restablecimiento, si es que lo hubo, fueron proyectadas sobre todo por quienes no están de acuerdo con la Comisión de von der Leyen», dijo Bachulska a ‘Euronews’.
«Esta Comisión parece bastante coherente a la hora de explicar su enfoque hacia China y cómo ve las amenazas, los retos y las muy limitadas oportunidades de cooperación con China en las condiciones actuales».

La política, por supuesto, lleva aparejada la economía. Para muchos países, especialmente los orientados a la exportación, China sigue siendo un mercado extraordinariamente valioso de 1.400 millones de personas, a pesar de los múltiples obstáculos y trabas a los que se enfrentan las empresas europeas a la hora de hacer negocios. Ante la amenaza de Trump de imponer aranceles del 50% al bloque si fracasan las negociaciones comerciales, se considera indispensable contar con un colchón en el que apoyarse para evitar -o al menos mitigar- el posible impacto devastador.
El comercio ocupará un lugar destacado en la agenda de la cumbre UE-China, y ambas partes esperan tener algo que anunciar. Bruselas quiere poner fin a las investigaciones chinas sobre el brandy, la carne de cerdo y los productos lácteos, que considera injustificadas.
Pero a medida que se acerca la fecha, las esperanzas de un avance comercial que pueda marcar una diferencia tangible sobre el terreno y aliviar algunas de las tensiones se desvanecen, como demostró el tono endurecido de von der Leyen en el G7.
«Se trata de ser realistas: seguimos viendo a China como un socio, un competidor y un rival«, dijo un diplomático de alto rango, hablando bajo condición de anonimato. «Tenemos que tener quizá más confianza en nuestros intereses, en lo que podemos hacer para perseguirlos mejor, pero también actuar cuando se toman medidas que amenazan la estabilidad de nuestro continente».
Un diplomático de otro país mantuvo la cabeza fría para rebajar las expectativas de cara a la cumbre, argumentando que la alianza de China con Rusia y las campañas de injerencia extranjera siguen siendo factores «graves» e «inquietantes» sin visos de mejora.
«Si quieren profundizar realmente los lazos con nosotros, eso es imposible si, al mismo tiempo, se comportan así«, dijo el diplomático. «La UE tiene que defender sus propios intereses, independientemente de quién esté en la Casa Blanca».
Fuente:es.euronews.com