Paradigma

Aire contaminado fuerza exilio de niños en Mongolia

Mongolia, 14 Marzo (Agencia AFP).- Mongolia es conocida por sus estepas interminables, sus lagos y sus nómadas. Un paisaje de tarjeta postal que en invierno desaparece bajo la espesa neblina tóxica que cubre la capital y pone en peligro la salud de miles de niños.

Ulán Bator, donde vive casi la mitad de los 3 millones de habitantes del país, es una de las ciudades más contaminadas del mundo, a raíz del uso extendido de la combustión del carbón para las estufas.

La mayoría de los habitantes de Ulán Bator vive en barrios precarios en la periferia, en las tradicionales carpas (llamadas yurtas) sin agua corriente ni sistemas cloacales.

Para miles de familias, el dilema no tiene solución: ¿mantener a los niños cerca, a riesgo de poner su salud en riesgo, o enviarlos a vivir en áreas verdes para protegerlos de la contaminación?

En este país enclavado entre Rusia y China, el aire contaminado provoca de esa forma un verdadero éxodo desde la capital.

Los expertos previenen que la contaminación es desastrosa para los niños al punto de poder retrasar su desarrollo, además de enfermedades crónicas. En el invierno, los hospitales están abarrotados.

La hija de Naranchimeg Erdene quedó con su sistema inmunológico dramáticamente debilitado por el aire contaminado de Ulán Bator. En miles de carpas se quema carbón -y hasta plástico- para enfrentar el frío de hasta 40 grados centígrados bajo cero.

– Destino: el aire puro –

“Estamos retornando constantemente al hospital”, dijo Erdene a AFP, para añadir que su hija Amina sufrió de neumoconiosis -una enfermedad pulmonar debido a la inhalación de polvos peligrosos- en dos oportunidades cuando tenía apenas dos años, y precisó de varios tratamientos con antibióticos.

Según los médicos, hay una única solución posible: enviar a la niña al campo. En la actualidad, Amina vive con sus abuelos en Bornuur Sum, una aldea situada a 135 kilómetros de la capital.

“Nunca más estuvo enferma desde que vive allí”, dijo Ernede, quien ve a su hija dos veces por semana mediante un viaje de ida y vuelta que le consume por lo menos tres horas.

Foto: AFP

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