La cultura no debemos asimilarla como un concepto de clase reservado para cierto sector, sino como un derecho fundamental para todos los grupos sociales, cuyo deber central corre a cargo del Estado, quien debe organizarla y difundirla en todos los rincones dejando claro que es patrimonio colectivo.
Sin embargo, ante esto, dos problemas centrales se yerguen en la entidad en la Secretaría de Cultura de Hidalgo; la falta de ideas y el segundo y al que no se le ve solución, la falta de presupuesto. Lo primero es notoriamente salvable si se rescata del amplio reservorio de propuestas la revolución cultural pendiente que tiene que ver con la identificación, articulación y promoción de todos los grupos culturales en cada región.
Pero no hemos dado ni el paso básico como algún día lo señaló Pablo Vargas, como es iniciar con el censo de los creadores y artistas que existen en cada municipio, algunos de ellos con un gran potencial pero olvidados y marginados, quienes han desarrollado su obra en solitario, sin apoyo oficial y muchas veces con marcadas carencias y todo en contra.
Las becas para nuevos talentos lo mismo que para creadores con trayectoria resultan insuficientes comenzando por la difusión al centralizarse en pocos puntos, principalemente ciudades grandes y quedar lejos para el talento de municipios rurales y sus comunidades.
La revolución cultural va más allá que tener bibliotecas en buenas condiciones como lo hizo Tania Meza. La base de la cultura son los libros y la lectura pero no es lo único, tiene que ver con promover las bellas artes garantizando que las casas de cultura tengan como mínimo un espacio digno, sillas, instrumentos musicales y maestros de danza, pintura, música y teatro. En la actualidad no hay ni casas de cultura en muchos municipios por apatía y falta de voluntad política y son escasas y contadas las actividades culturales en muhos de éstos.
Y hasta en las letras han faltado ideas porque los talleres de creación literaria son más la excepción que la regla cuando debería de trabajarse de la mano de las autoridades educativas para llevarlos lo mismo que charlas con escritores locales y foráneos. Los concursos de poesía y cuento los deberíamos impulsar desde la primaria, incorporando también a los ayuntamientos, que han sido ajenos muchos de ellos en esta tarea.
El segundo problema, el del presupuesto, es el mayor reto que existe actualmente ya que no hay ni siquiera el mínimo para sacar adelante la breve agenda cultural. Estamos tan mal en este sentido, que no hay dinero ni para imprimir una sola obra para escritores. El Estado no promueve concursos de poesía, cuento, ensayo o novela de forma regional o municipal y se limita al Premio Efrén Rebolledo cuando debería instaurar el Premio Margarita Michelena, el Ricardo Garibay, el Genaro Guzmán Mayer, el Miguel Ángel Granados, éste último en periodismo, y otros tantos que realmente motivaran a las plumas locales.
Existen pendientes Ferias del Libro con autores locales lo que es difícil pues muchos sólo tienen libros digitales o en puestas teatrales importantes con talento local que pudieran tener agendas itinerantes por municipios hidalguenses. Los muralistas y grafiteros siguen reclamando espacios los que se abren esporádicamente cuando deberían de ser permanentes.
En fin que la Secretaría de Cultura requiere una cirugía mayor so pena de que siga la actividad cultural arrumbada y enmohecida en un rincón considerada como un artículo de lujo lejos de las clases populares que no merece mayor atención que una “administración” de lo limitadamente estrecho y existente.
- Escritor, periodista, economista y divulgador científico