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Opinión

La muerte y los muertos entre los mexicas prehispánicos

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El Chichihuacuauhco, paraíso de los bebés no-nacidos. Códice Vaticano A.

El Día de Muertos, que se celebra en México durante los días 1 y 2 de noviembre tiene un origen sincrético, es decir, su creación se produjo a partir de una mezcla de tradiciones de las culturas prehispánicas (que habitaban este territorio antes de la llegada de los españoles) y de dos festividades que llegaron de Europa con la Iglesia Católica: el Día de Todos los Santos, del 1 de noviembre, una festividad en la cual se celebra que las almas de los difuntos hechos Santos, especialmente los desconocidos. Y el Día de los Fieles Difuntos, del 2 de noviembre, dedicada aquellos se encuentran en la presencia de Dios. Pero, entonces, ¿Las culturas prehispánicas celebraban a los muertos o no? Y ¿Cómo pensaban la muerte? Para poner un ejemplo, veamos el caso de la cultura mexica (mal llamados aztecas) que habitaron la Cuenca del Valle de México. Si en la religión católica, y en general, en sus distintas derivaciones, importa cómo se vive para saber a qué lugar va a ir el alma del difunto, en la “religión” mexica del centro de México importaba más cómo se moría para poder saber el destino de esa persona.

Para tratar de entender el universo mexica, imagine el lector a la Tierra como el punto central de esta idea que a continuación se explicará brevemente. Lo que los mexicas consideraban como la Tierra, la totalidad de lo que ellos conocían en ese entonces, lo llamaban Tlaltícpac, que vendría a ser el lugar en donde habitamos los seres humanos vivos. Luego, por encima de la Tierra, se encontraba el Ilhuicatl Iohtlatoquiliz, el supramundo,nombre que recibía el conjunto de “Trece Cielos”, siendo el Tlaltípac, al mismo tiempo, Tierra y Cielo. Entonces, en orden ascendente, los nombres de los cielos, cada uno encima del otro, además de Tlaltípac, son los siguientes: (2) Ilhuícatl Tlalocan Ipan Meztli (Cielo del dios de la lluvia),(3) Ilhuícatl Citlalicue (Cielo de la diosa de la falda de las estrellas),(4) Ilhuícatl Tonatiuh (Cielo del Sol),(5) Ilhuícatl Huixtutla (Cielo de la sal), (6) Ilhuícatl Mamaluacoca (Cielo de la constelación de Mamaluaztli), (7) Ilhuícatl Yayauhca (Cielo verde y negro), (8) Ilhuícatl Xoxouhca (Cielo verde), (9) Iztapal Nanazcaya (Cielo de las rosas), (10) Teotl Iztaca (Cielo blanco), (11) Teotl Cocauhca (Cielo amarillo), (12) Teotl Tlatlauhca (Cielo rojo) y (13) Omeyocan (lugar del señor dos/dual).

Debajo de Tlaltípac, la Tierra, se encontraba un conjunto de lugares llamado Mictlán (lugar de los muertos). El Mictlán, está formado, según los mexicas, por 9 lugares los inframundos, uno debajo del otro, de los cuales, el primero es Tlaltípac, por lo tanto, la Tierra es también, al mismo tiempo, un inframundo. Entonces, a partir de esa idea, mencionó los nombres de los siguientes inframundos hacia abajo: (2) Apanohuaya o Itzcuintlán (el paso del agua), (3) Tepétl Monanaicyan (montañas que se juntan), (4) Iztepétl (montañas de navajas), (5) Yeehecayan (lugar del viento de obsidiana), (6) Pancuecuetlayacan (lugar donde hacen mucho ruido las banderas), (7) Temiminaloya (lugar donde la gente es flechada), (8) Teyollocualoyan (lugar donde se come el corazón de la gente), (9) Itzmictlán o Ahonpochcaloca (lugar de la muerte de obsidiana o lugar sin chimenea).

Cuando un ser humano moría de causas naturales o de enfermedades que no tenían carácter sagrado, sin importar lo que hizo en vida, el “alma” debía atravesar el Mictlán y los obstáculos que se le presentaran en cada inframundo, como en el Itzcuintlán inframundo en donde se necesitaba de ayuda de un perro para pasar, el Xoloitzcuintle. Si lo conseguía, y llegaba hasta el último de los 9 inframundos del Mictlán, su alma se disolvía entre la niebla y alcanzaba el descanso eterno.

Sin embargo, como la muerte entre los mexicas era diversa, ellos pensaron también en un lugar horizontal, es decir, que podría estar situado alrededor de Tlaltípac, la Tierra. Al Tonatiuhchan (la casa del sol), lugar a donde iban los muertos en batalla o capturados para el sacrificio, así como las mujeres fallecidas durante el proceso del parto. Al Tlalocán (lugar de Tláloc), iban todos los fallecidos por causas relacionadas con el agua o el rayo. Al Cincalco (lugar del templo del maíz divinizado) iban los niños fallecidos a edades muy tempranas. Mientras que en el Chichihuacuauhco (lugar del árbol nodriza), iban todos los bebés que morían en el vientre y podían lactar de los senos del árbol.

Entre los antiguos mexicas del Valle de México, hubo por lo menos cuatro celebraciones funerarias: Miccailhuitontli (Fiesta pequeña de los muertos), Huey Miccailhuitl (Gran fiesta de los muertos), Tepeilhuitl (Fiesta de los cerros) y Tititl (encogimiento o envejecimiento). Miccailhuitontli y Huey Miccailhuitl, se celebraban de forma seguida en el otoño, entre los meses de agosto y septiembre. La primera era una fiesta menor, relacionada con los muertos pequeños (los niños muertos que moran en el Cincalco), pero también como preparación de la fiesta mayor (Huey Miccailhuitl) de los difuntos, dedicada a los guerreros muertos que moran en el Tonatiuhchan. El Tepeilhuitl, se celebraba entre los meses de octubre y noviembre, por lo tanto, marcaba el fin del otoño e inicio del invierno, la época de la cosecha de maíz conforme al ciclo agrícola, esta fecha era la que coincidió con la celebración del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, y que fue incorporada por los mexicas a lo largo del tiempo.

En esta fiesta se hacían imágenes (representaciones de manojos de madera vestidas con mantas) de las personas las cuales se colocaban en altares, eran las almas que habitaban el Tlalocán, el paraíso terrenal. Finalmente, la celebración de Tititl, que iniciaba en el solsticio de invierno, era la fiesta de los finados, a quienes se recordaba cada año a través de una ofrenda, en la que se colocaba, sobre un petate, una imagen representando al difunto y frente a esta representación se colocaba mucha comida (tamales) y flores (Cempasúchil). Esta celebración se llamaba quixebilotia (en memoria) y la hacían cada año los hijos o parientes, y al parecer, estaba dedicada a quienes habían tenido una muerte natural, por lo tanto, aquellos que habían emprendido el viaje al Mictlán.

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