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“Freedom Convoy”. La protesta de los camioneros canadienses amenaza con extenderse por toda Europa

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Redacción, 9 de Febrero.- El movimiento surgido en Canadá comienza a repetir en otros países las frustraciones por las restricciones sanitarias. En Francia, una nota de inteligencia alerta sobre la convergencia con los chalecos amarillos

Mientras el movimiento se repite en Nueva Zelanda, desde Canadá se menciona a estos grupos de activistas “como nuestros chalecos amarillos”. En Francia, varios manifestantes que aglutinan a los antivacunas y opositores a las restricciones sanitarias se han formado para convocar a marchar hacia Bruselas el 14 de febrero, con punto de convergencia en París.

Más de diez días después de los primeros bloqueos de camioneros canadienses, furiosos porque les pedían pruebas de vacunación, el movimiento, infiltrado por sectores radicalizados, ha paralizado el centro de Ottawa y se ha extendido a otras ciudades del país.

Una “ciudad sitiada” para las autoridades policiales. Para su alcalde una situación “fuera de control”. Los funcionarios locales de Ottawa, capital de Canadá, luchan por contener el movimiento de protesta contra las decisiones adoptadas por el Gobierno del primer ministro Justin Trudeau, cuyos manifestantes exigen su renuncia.

Los miembros del “Freedom Convoy” o “Convoy de la libertad” han sido emulados en otros lugares, con manifestaciones en Vancouver y Quebec, este último lugar donde se produjeron algunos disturbios. La situación es tal que representantes de diversos sectores económicos estadounidenses y canadienses pidieron por estas horas la reapertura de puentes y rutas clave, entre ellos el Puente Ambassador, todas arterias comerciales vitales entre los vecinos, bloqueados para toda circulación.

Este movimiento se replica por todo el mundo. Una nota de inteligencia territorial del 7 de febrero en Francia, evoca un movimiento “lejos de estar sólidamente estructurado”, pero que sin embargo será “supervisado” atentamente por el servicio”.

En tanto, la capital de Nueva Zelanda se paralizó parcialmente el martes cuando un ‘convoy de libertad’ llegó a la ciudad y bloqueó las carreteras alrededor del parlamento. Cientos de automóviles, camiones y motos que transportaban a miles de manifestantes llegaron desde todo el país y se reunieron en Wellington para protestar contra las políticas pandémicas de línea dura de la primer ministra, Jacinda Ardern.

En Francia, la preocupación es grande. Los indicios que provienen de sectores de inteligencia describen un movimiento heterogéneo que está en la línea de los chalecos amarillos. La convocatoria, que arranca este miércoles en territorio galo, para llegar a Bruselas el 14 de febrero, podría dar un “nuevo impulso” a los movimientos de protesta, tan violentos en sus manifestaciones.

La escala, incluso, puede tener dimensiones europeas. Desde Francia, se anuncian cinco rutas con un inicio de convergencia previsto a partir del 9 de febrero de 2022 hacia París. Varias salidas de convoyes están previstas desde diferentes rincones de Francia, aunque no se descarta que podrían sumarse de países vecinos, en una multiplicación de grupos en Bruselas.

Las redes serán el trampolín para recrear fuerzas activistas en todo el continente. Por ahora, es complejo pronosticar cuántas personas se movilizarán. El grupo de Facebook creado el 26 de enero y titulado “El Convoy de la Libertad” “supera ya las 250.000 inscripciones”, señalaba la información de inteligencia territorial francesa, aunque ninguna organización sindical del transporte por carretera ha llamado a sumarse. Este miércoles, la página ya tiene más de 300.000 miembros. De la misma forma que se formó en Canadá, esta convocatoria no proviene de transportistas, ni sus organizaciones sindicales.

Mientras, en Nueva Zelanda, los manifestantes reclaman que el gobierno no escucha sus preocupaciones sobre la erosión de los derechos. El pais, donde más del 76 por ciento de la población está completamente vacunada contra el covid, ha obligado la vacuna para algunas profesiones, como policías, médicos y soldados.

También está en vigor un sistema de pases, cortando algunos lugares públicos para aquellos que han rechazado la inyección. Muchos manifestantes también se oponen a los mandatos de máscaras, como los de las tiendas, y defienden el ideal de más “libertad”.

Varios de los participantes en Wellington portaban pancartas canadienses. Dos grupos llevan varios días moviéndose hacia Wellington, uno que partió de la localidad de Bluff, el punto más al sur del país, y otro de Cape Reinga, en el extremo norte.

Como en Canadá, Francia o Nueva Zelanda, detrás de los activistas, además de los “colectivos opositores a las medidas sanitarias”, hay también antivacunas, anti sistemas o sectores identificados con diversos reclamos de los chalecos amarillos franceses . Por eso, además pueden sumar a expresiones de “ultraizquierda” o “ultraderecha”, que parecen revelar el grado de fragmentación política que se observa en varios países occidentales.

Esta diversidad, pluralidad de perfiles, pueden llegar a reclamar una organización o estructura para sus reclamos. Sectores más radicalizados proponen “un bloqueo total” que genere “interrupciones en el suministro de combustible y alimentos”, otros “enfrentamientos con la policía”. En esa heterogeneidad, algunos abogan por un “movimiento pacífico para no ser desacreditados”.

Muchos gobiernos, que miran los descontentos acelerados por la pandemia, temen que exista terreno fértil para que la demostración de fuerza de los canadienses tenga una “extensión muy favorable en otras sociedades” El fervor de los opositores a las medidas sanitarias puede ser una buena oportunidad para que activistas inciten a la violencia.

Se suma a la creciente preocupación las tensiones inflacionarias. Los camioneros convocados, que no suelen ser dueños de sus vehículos, deben soportar las consecuencias del aumento de los precios de los combustibles. Finalmente, aunque las restricciones sanitarias puedan ser distintas, el golpe al poder adquisitivo del salario, en casi todos los países, lograría ser un desencadenante multiplicador del enojo en muchos sectores de la sociedad.

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