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Opinión

La columna #CapitalDeLetras de Heidy Serrano «Una novela criminal o cuando no es necesario cometer un delito, para ser un delincuente».

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Presunto Culpable es un documental que muestra cómo la vida de José Antonio Zúñiga, joven comerciante de la ciudad de México, cambió radicalmente a raíz de que fue acusado de un homicidio que él no cometió; su único delito fue estar en el momento equivocado en el sitio menos indicado. Así funciona el sistema policial en México. El largometraje incluye las grabaciones reales del proceso al que se enfrentó aquel joven y muestra las trabas, incoherencias y deficiencias del sistema penal y judicial de nuestro país. Pero no todos tienen la suerte de este sujeto quien finalmente resultó absuelto por las autoridades tras quedar evidenciadas.

Las cárceles se encuentran llenas de presos quienes no han tenido la oportunidad de enfrentar procesos justos, ni si quiera han tenido la oportunidad de poder demostrar quienes son en realidad.

Bajo el mismo esquema de injusticias penales y judiciales, Jorge Volpi escribe su libro llamado Una Novela Criminal en el que intenta demostrar que el sistema judicial sigue siendo el mismo de hace 15 años y que tanto usted como yo, o como cualquier ciudadano libre de antecedentes penales y judiciales, de un día para otro podría convertirse en el delincuente más temible de México, solo basta una pizca de mala suerte para que seamos esa pieza que ellos buscan encajar en sus verdades históricas, y entonces será imposible escapar.

El libro retrata la historia, lo más fiel posible, de Israel Vallarta y Florence Cassez, presuntos secuestradores y miembros de la Banda del Zodiaco que fueron capturados in fraganti en la Finca Las Chinitas en diciembre de 2005 mediante un operativo que fue transmitido “en vivo” por cadena nacional.

Esta es la historia que los medios nos contaron, lo que el libro nos muestra es mucho más que una detención, una sentencia que nunca llega o la liberación de la francesa, muestra la serie de contradicciones, alteraciones, falsedades y construcciones a las que recurren las autoridades policíacas para fabricar culpables que otorguen prestigio a su trabajo de por sí ya desacreditado. Entre otras cosas desvela por ejemplo que Vallarta y Cassez no fueron detenidos el 9 de diciembre tal como se transmitió en Tv Azteca y Televisa sino un día antes, tiempo durante el cual al menos Israel Vallarta fue sometido a diversas torturas, herramienta básica de las fuerzas policiacas desde tiempos remotos; que la detención que se transmitió por las cadenas televisivas nacionales fue una recreación, mas no la detención en sí, es decir fue un montaje urdido por la AFI con la única finalidad de presentar a los mexicanos los logros de los que estaban tan carentes; que existen grabaciones y mensajes de texto donde se percibe que Carlos Loret de Mola siempre estuvo enterado de dicho montaje y aun así se prestó a que se televisara; que García Luna y Cárdenas Palomino, altos mandos policíacos y brazos derechos de Fox y Calderón, fraguaron supuestamente bajo las indicaciones de un tal Eduardo Margolis Sobol -empresario multimillonario judío reconocido en México por sus obras a favor de su comunidad y con múltiples nexos con altos funcionarios del gobierno de aquel entonces- para incriminar a Vallarta dado que en algún momento las víctimas secuestradas tuvieron alguna discrepancia con el magnate judío así como en su momento la tuvo Israel Vallarta; que todos los involucrados cambiaron sus declaraciones varias veces y que fueron torturados para declarar lo que la AFI les había indicado; que se le dio persecución y cárcel a varios inocentes a raíz de la necesidad de demostrar la existencia de la Banda del Zodiaco. Y así continúan las 307 páginas del libro que resultan imposible de resumir.

El éxito de enfrentar a la justicia mexicana depende del lado que se esté, si usted está del lado del sistema lo más seguro es que encuentre el modo de escabullirse y salir ileso, si usted está en contra, a un lado, en una esquina, haciendo su vida, sin meterse con nadie, trabajando, siendo productivo, seguramente no resultará tan ileso, aunque sea usted inocente. En el sistema de la justicia mexicana así como en la selva, domina la ley del más fuerte. En esta historia, -que es la misma historia de cientos de personas que se encuentran cumpliendo largas condenas o que continúan esperando sentencia-, los fuertes, y probablemente culpables, se encuentran afuera, siendo libres, mientras inocentes cumplen condenas sin deberlas.

El autor tiene mucho cuidado de calificar de culpable o inocente tanto a Israel Vallarta como a Florence Cassez, a pesar de que a esta última le hayan otorgado la libertad en el 2013, finalmente lo relevante no es calificarlos sino evidenciar los síntomas de un sistema putrefacto que emplea métodos no convencionales en la construcción de la justicia: tortura, falsedad de declaraciones, desaparición de evidencias, tráfico de influencias, abuso de poder, lucha de egos, testimonios tomados sin la presencia de un abogado, evidenciar rostros de presuntos culpables, fabricación de videos, es lo mínimo con lo que trabaja la justicia en nuestro país.

Florence Cassez pudo librar la condena gracias a la presión diplomática de Nicolás Sarkozy, entonces presidente de Francia con quien Calderón libraba una batalla de egos presidenciales, en cambio Israel Vallarta tiene 14 años en la cárcel esperando una sentencia que nunca llega y que al parecer tampoco a nadie le interesa resolver. La “verdad histórica” lo señala como el líder de una banda de secuestradores que quizá jamás existió y eso es suficiente como para que la justicia no se aparezca por su celda; señala Volpi que “él no es sino uno más de los miles de mexicanos que han sufrido abusos por parte de las autoridades y han sido víctimas –sí, víctimas- de la corrupción y la desvergüenza de quienes les han impedido un proceso justo”.

José Antonio Zúñiga fue un hombre con suerte, pero no es la suerte la que debería ponernos en el lugar que nos corresponde, es la justicia libre de corrupción la que debería garantizarnos eso mediante procesos prontos y equitativos. Israel Vallarta ha esperado por estos procesos 14 años, contemos cuantos más pasarán hasta que se le otorgue una sentencia justa y de acuerdo a sus delitos reales, en caso de que los haya.