El México racista, deshumanizado, que sigue marginando a sus pueblos indígenas, se puso a prueba con tres episodios de la historia reciente del país; la llegada de innumerables contigentes de centroamericanos, la explosión del ducto de PEMEX en Tlahuelilpan, Hidalgo y la nominación de la indígena Yalitza Aparicio al Óscar como mejor actriz, exhiben que la descomposición social, gestada en las últimas dos décadas de inestabilidad económica que sólo beneficio a sectores privilegiados, tuvo una secuela ideológica difícil de dimensionar.
Desde la llegada de la primera caravana migrante a México los últimos días de octubre del año pasado, la lluvia de comentarios xenófobos, alimentado, sobre todo, por el rechazo del entonces presidente Enrique Peña Nieto, quien hizo eco de la perorata racista del habitante de la Casa Blanca, Donald Trump, caló en la parte oscura de la psique colectiva.
Pero conforme avanzaba la primera caravana y con la segunda en la frontera sur, los sentimientos de desprecio a los centroamericanos ilegales crecieron con todo tipo de justificaciones, por absurdas que parecieran, como eso de dejar basura. Venían de sectores conservadores y clasemedieros que replicaban la tradicional jerga reivindicatoria ocupacional.
La llegada de los migrantes en caravana – porque a diario lo hacen casi en igual número pero en solitario -, descubrió a esos mexicanos racistas que viven en todos los estratos sociales y que necesitaban sólo un pretexto para salir públicamente y mostrarse sin caretas.
Luego, el más lamentable suceso de muerte, no asociado al narcotráfico, tuvo lugar el pasado 18 de enero en tierras hidalguenses, donde hasta este momento se han contabilizado 114 cadáveres y media centena de heridos.
Pronto, los opinólogos de las redes sociales, alentados por los “especialistas” televisivos, bufones, racistas en los medios y tontos de escritorio, lanzaron sus dardos envenados contra las víctimas y sus familias que ese día acudieron a buscar llevarse algo de gasolina en bidones.
“Ladrones”, el “castigo correcto” y tantas acusaciones lapidarias fueron lanzadas sin reflexionar jamás en los verdaderos autores de esto, quienes con traje y corbata, promovieron el saqueo más grande del país y que aún se regodean en la impunidad.
Esto es lo más negro del mexicano, pero no sólo del mexicano ignorante, sino del mexicano pobre, que laceró con todo a los muertos que buscaban combustible en medio de la sequía y desabasto. Pocos eran criminales en realidad, solo participaron en esta ordeña colectiva.
En esta tesitura de clasisimo boyante y rapaz, esta campaña de mexicanos contra mexicanos, la más sórdida, es la emprendida contra los pueblos indígenas y una de sus representantes, Yalitza Aparicio, quien logró ser nominada al Óscar por su actuación en la película Roma de Alfonso Cuarón.
Con una execrable endivia, estrellitas del detestable canal de la estrellas se lanzaron contra el logro de la maestra oaxaqueña. Rumiando pestes y otras canalladas, cientos de mexicanas y mexicanos con ese mismo rasero, despotricaron contra la joven actriz sólo por sus rasgos y raíces.
Este México tan sui generis, que ahora nos sorprende, ha vivido en silencio por siglos y da sus coletazos de vez en cuando, como en este caso, cuando el proyecto económico y sus derivaciones ideológicas, se encuentran en plena crisis, ya no moral, sino absoluta y terminal.