Un mes después, el agua se ha retirado, pero la destrucción continúa, y muchos residentes se sienten abandonados.
Ha pasado un mes desde que vastas zonas de la región de Jersón quedaron inundadas tras la destrucción de la presa de Kajovka, controlada por Rusia, en el sur de Ucrania. El desastre obligó a huir a miles de personas y desató el temor a una catástrofe medioambiental.
Un mes después, el agua se ha retirado, pero la destrucción continúa, y muchos residentes se sienten abandonados.
«Nuestro presidente ha dicho que el agua ya no llega, así que tenemos que hacernos cargo nosotros mismos de las consecuencias. Para eso hace falta dinero. ¿Quién lo va a hacer gratis?», dice Nadiya Yefremova, una ciudadana de Afanasiyivka.
En el exterior, el suelo del que se retiró el agua es ahora de un color marrón oscuro, y está compuesto de hierba muerta, cultivos destruidos y barro. La ONU y las agencias de ayuda se encuentran en la región, pero las consecuencias de la rotura de la presa y la inundación se dejarán sentir durante meses, si no años.
La situación en Zaporiyia sigue siendo «tensa», ya que Kiev y Moscú se acusan, mutuamente, de planear un ataque contra la central nuclear. El OIEA, Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU, ha pedido un mayor acceso después de que el presidente Zelenski acusara a Moscú de colocar explosivos en el tejado de varias unidades de energía del complejo de la central.