Opinión
La expedición científica de Malaspina, 1789-1794.


Dibujo de la bahía de Acapulco, 1791. Probablemente Fernando Brambila. Museo Naval de Madrid.
Bajo los reinados de Carlos III (1759-1788) y luego de su hijo Carlos IV (1788-1808) el Imperio español auspició varias exploraciones por diversas partes del mundo, especialmente las áreas que se encontraban bajo su dominio. Durante esa época se otorgaron permisos y apoyos entre otras expediciones a las de los límites hispanoportugueses del Río de la Plata, la expedición botánica de Nueva Granada, la expedición mineralógica de Chile y Perú, las expediciones de Cuba y de Filipinas, y la facilidad de investigaciones extranjeras como la de Bonpland, un contexto económicamente muy propicio para elaborar proyectos que continuaran esas expediciones.
El 10 de septiembre de 1788 los capitanes de la marina real Alejandro Malaspina y José Bustamante y Guerra solicitaron al rey la aprobación para un proyecto de viaje elaborado por ellos, cuyos objetivos eran tanto políticos como científicos. Semanas más tarde, Carlos III aceptó oficialmente la responsabilidad de auspiciarlo por completo.
El objetivo del viaje según los marinos es que se estudiara la situación política de América, lo cual implicaba analizar el sistema comercial, la capacidad defensiva y ofensiva de los territorios, el ramo de construcción naval, entre otras cosas de relevancia, sin embargo, para todo ello era necesario también estudiar la geografía, la zoológica, la botánica, la mineralogía y la historia, por esa razón el nombre de la expedición era conocido como Viaje político científico alrededor del mundo, aunque nunca dieron la vuelta alrededor del planeta ni ese llegó a ser su objetivo nunca.
Originalmente, el viaje había sido proyectado para durar tres años y medio a partir del 1 de julio de 1789, en donde la Real Armada española se encargaría de proporcionar a todos los integrantes para realizar la navegación, con excepción de los naturalistas y los dibujantes, de quienes se encargo el propio Alejandro Malaspina, pero finalmente tuvo una duración de cinco años. Sobre los naturalistas, se integró a su tripulación el teniente del ejército español Antonio Pineda y Ramírez, quien a su vez recomendó a un botánico amigo suyo. También al viaje integró a dos capellanes, uno por barco, para ofrecer ayuda espiritual y finalmente, además de los marinos, a unos médicos. Entre todos, conformaban una tripulación aproximada de doscientos hombres por corbeta, que tenían por nombre la Descubierta y la Atrevida.
Ambas corbetas fueron hechas especialmente para el viaje, con las maderas más finas que podían encontrarse, y se fueron agregando elementos para hacerlas increíbles. Se forraron de cobre las proas, con el fin de pasar a través del hielo, una parte de la cubierta de la corbeta se cubrió para resistir los temporales, así como para conservar plantas y animales y protegerlos del frío, y podían cargar 342 toneladas de peso, contando el peso de los doscientos tripulantes de cada una, también contaban con bodegas enormes para almacenar herramientas, alimentos, agua y leña. También llevaban instrumental científico de la época y colecciones de libros.
Llegaron a la Nueva España durante los primeros meses de 1791 al puerto de Acapulco, lugar donde muchos navíos llegaban desde Asia, como el Galeón de Manila. La noche del 1ro de febrero de 1791, ancló la corbeta la “Atrevida”. Tan pronto tocaron puerto se pusieron a trabajar, montando un observatorio y varios relojes para determinar la posición astronómica del lugar, de igual forma se determinó levantar un plano del puerto. Además, se dispusieron a comprar víveres e insumos para el momento en que partieran.
No contaban, sin embargo, en que el 8 de febrero de 1791, un grupo de marineros encargados de la artillería con la cual estaban equipadas las corbetas (cañones especialmente), emprenderían una huida de sus responsabilidades. Dicha deserción, que no seria la única, fue avisada a las autoridades de la Nueva España, incluso al virrey Revillagigedo.
Además de Acapulco en Nueva España, la cronología del viaje fue la siguiente: Salieron del puerto de Cádiz, España, con rumbo a lo que actualmente es Sudamérica, teniendo que atravesar el océano Atlántico, hasta llegar a Montevideo (Uruguay), luego a Puerto Deseado, Islas Malvinas (Argentina), San Carlos, Talcahuano, Valparaíso, Coquimbo (todos en Chile), El Callao (Perú), Guayaquil (Ecuador), Panamá, Realejo (Nicaragua), Acapulco (México), Monterrey (California), Isla de Nutka , Mulgrave y el Monte San Elías (Canadá), Islas Marianas y Guam en el océano Pacifico, Filipinas y Manila en Asia, Nueva Guinea, Sidney, Nueva Zelanda y las Islas Vavao en el continente de Oceanía.
Fue uno de los últimos grandes viajes de la época de los descubrimientos, y posiblemente el de mayor envergadura con esos fines que el Imperio español pudo realizar.
Lic. Carlos A. Carrillo Galicia
Licenciado en Historia de México y estudiante de la Maestría en Historia, ambas en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH). Actualmente ocupa el cargo de instructor de Historia, Filosofía y Literatura en el Centro de Educación Continua y a Distancia (CECyD-UAEH), así como la presidencia de la Asociación de Historiadores Egresados de la UAEH.
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