¡Extraordinaria! Las muertas, es, sin duda, la mejor serie mexicana del año. Basada en la novela homónima de Jorge Ibargüengoitia, publicada en 1977, llegó el pasado mes de septiembre a la plataforma Netflix. Este es el más reciente trabajo del director mexicano Luis Estrada.
La novela de Ibargüengoitia es un relato ficcionado sobre un oscuro pasaje de la historia de México en la segunda mitad del siglo XX: el estremecedor caso de “Las Poquianchis”, un grupo de cuatro hermanas que, entre atropellos, corrupción y crímenes, construyeron un emporio de burdeles en el Bajío mexicano.
El guion de Las muertas, obra de Luis Estrada junto con Jaime Sampietro y Rodrigo Santos, resulta magistral. El estilo mordaz, cargado de humor negro, que caracteriza la pluma de Ibargüengoitia, se refleja con fuerza en cada uno de los seis capítulos de la serie.
Estrada, como ya lo había hecho en La ley de Herodes y El Infierno, logra una mezcla de sátira, ironía y brutalidad que obliga al espectador a confrontarse con una realidad que forma parte del ADN social del país: un territorio donde lo grotesco y lo trágico conviven de manera inseparable.
Resulta inevitable evocar la película Las Poquianchis, dirigida por Felipe Cazals y escrita por Tomás Pérez Turrent y Xavier Robles. Estrenada en 1976, un año antes de la publicación de la novela de Ibargüengoitia, el filme es sórdido y se sostiene en la fuerza de la denuncia social. Cazals y sus guionistas adaptaron relatos periodísticos sobre las siniestras madrotas, abordando, además, aspectos del México rural y caciquil de mediados del siglo XX.
La película y la serie no son comparables. Ambas son extraordinarias en sus propios términos. Como punto en común está la participación de Salvador Sánchez, el único actor presente tanto en la serie como en la película. Las Poquianchis, de Cazals, es una cinta llena de brutalidad y crudeza realista, con tonos cercanos al documental, sin espacio para la sátira ni la metáfora.
Las muertas, recupera lo mejor del cine mexicano contemporáneo. El elenco es formidable: Arcelia Ramírez, en estado de gracia como actriz; Paulina Gaitán, quien con su “Serafina Baladro” demuestra una absoluta madurez interpretativa; Mauricio Isaac, memorable como “La Calavera”; y Joaquín Cosío, impecable en su papel del Capitán Bedoya. La fotografía, la dirección de arte, el vestuario y la música alcanzan también un nivel sobresaliente.
En definitiva, Las muertas, confirma a Luis Estrada como el cronista cinematográfico más preciso de nuestro tiempo. Su serie no solo dialoga con la obra de Ibargüengoitia y con la película de Cazals, sino que se inscribe en la tradición del cine mexicano que, con amplia lucidez, expone las entrañas de un país. Es una obra que, más allá de la ficción, nos obliga a recordar que la violencia, la impunidad y la miseria siguen siendo heridas abiertas en la memoria colectiva.