Opinión
No todo es real

En la era de la inteligencia artificial, la información parece infinita y accesible. Pedimos a un asistente que nos escriba un discurso, un trabajo escolar o incluso una historia de amor, y en segundos aparece frente a nosotros un texto pulido, coherente y convincente. Pero justo ahí está el riesgo: convincente no significa verdadero.
Las máquinas no “saben” cosas; predicen palabras. No sienten, no recuerdan, no viven experiencias. Su función principal es identificar patrones y producir contenido que parezca correcto, no necesariamente que lo sea. En un mundo que confía ciegamente en lo visual y lo instantáneo, eso es peligroso: puede llevarnos a creer fotografías que nunca existieron, citas que jamás se pronunciaron o estudios científicos que nadie realizó.
La IA puede decir con seguridad una mentira, y nosotros podemos creerla porque suena profesional, porque viene en un formato atractivo o porque confirma nuestros prejuicios. En redes sociales, ya hemos visto imágenes inventadas de políticos, celebridades en lugares donde nunca estuvieron o “noticias” que solo existen gracias a un algoritmo. El impacto no es solo tecnológico: es cultural. Cambia lo que consideramos verdad.
Esto no significa que la inteligencia artificial sea una amenaza inevitable. En realidad, el verdadero peligro es nuestro deseo de aceptar respuestas rápidas sin cuestionar nada. La IA es una herramienta, poderosa y útil, pero solo eso: una herramienta. No debe reemplazar la reflexión, la comprobación ni la duda.
Si antes nos enseñaron a “no creer todo lo que ves en internet”, ahora hay que añadir una nueva regla: “no creas todo lo que una IA te dice”. Pregunta, contrasta, investiga. Porque en un mundo donde cualquier realidad puede ser fabricada, el pensamiento crítico se convierte en la forma más valiosa de inteligencia.
La tecnología avanza. Nosotros también deberíamos hacerlo. Con ojos abiertos, mente despierta y una certeza firme: lo verdadero no siempre es lo más convincente, y lo convincente no siempre es real.







