César Peña *
Cuando se formuló la idea de que los seres humanos somos, en cierto sentido, los hermanos mayores de las demás especies de fauna y, por lo tanto, responsables de su cuidado y protección, no se estaba del todo equivocado. Esta afirmación encuentra sustento en la biología evolutiva, ya que compartimos una estrecha relación genética con todas las formas de vida del planeta. En efecto, nuestro ADN revela un pasado común que nos une con cada especie, lo cual demuestra que no somos tan distintos de ningún otro ser vivo.
Con los primates, particularmente con los chimpancés y los bonobos, compartimos entre el 98.8 y el 99 % de nuestros genes, lo que confirma de manera contundente este parentesco evolutivo. Con los gorilas compartimos aproximadamente el 98.2 % del material genético, mientras que con los orangutanes la similitud alcanza alrededor del 96.9 %. Estas cifras no solo evidencian un parecido físico o conductual, sino que reflejan un origen común y una línea evolutiva compartida en un momento determinado de nuestra historia biológica.
Frente a la visión creacionista, ampliamente difundida en diversas tradiciones religiosas, que sostiene que el ser humano es una entidad única y separada del resto de la naturaleza, la ciencia muestra una perspectiva distinta. La evidencia genética y evolutiva indica que formamos parte de un vasto entramado de vida y que nuestros ancestros más remotos difieren considerablemente de figuras como Adán y Eva, acercándose más bien a organismos primitivos como bacterias y seres unicelulares.
Nuestro parentesco genético no se limita a los primates. Con animales domésticos y de granja también compartimos una proporción significativa de ADN: alrededor del 90 % con gatos y cerdos, cerca del 85 % con los ratones, aproximadamente el 80 % con las vacas y entre el 75 y el 80 % con los perros.
Incluso con especies aparentemente distantes, como las gallinas o la mosca de la fruta, compartimos cerca del 60 % del material genético. De manera aún más sorprendente, los seres humanos compartimos entre el 50 y el 60 % de nuestro ADN con plantas como el plátano, lo que subraya la profunda unidad biológica que caracteriza a toda la vida en la Tierra.
Este conocimiento refuerza la idea de que los seres humanos no somos entidades aisladas o superiores por naturaleza, sino parte de un sistema interconectado, del cual dependemos y al que, éticamente, estamos llamados a respetar y proteger.
- Escritor, periodista, economista y divulgador de la ciencia.
