Redacción, 14 de Octubre.- Este último miércoles la Organización Mundial de la Salud anunció la lista de los 26 miembros propuestos para integrar el Grupo Científico Asesor para los Orígenes de Nuevos Patógenos, o SAGO por sus siglas en inglés. Los expertos estarán dedicado exclusivamente a entender los orígenes del coronavirus y otros posibles brotes futuros. Su diversa conformación -tiene miembros de 26 países distintos y se tuvo en cuenta su capacidad, etnia, lugar de residencia y género- está pensada para evitar los problemas que sufrió el último intento respaldado por la OMS sobre este tema.
En esa oportunidad, 10 expertos internacionales se asociaron con investigadores chinos durante una visita a Wuhan, pero funcionarios de la OMS afirmaron que la hiperpolitización del tema atentó contra la recolección de información y el estudio acabó arrojando “resultados no concluyentes”. En este sentido, el nuevo grupo tiene la misión de superar la experiencia previa entorpecida por el régimen chino. Sin embargo, nuevamente ese escollo se presenta en el camino, de acuerdo a un artículo del diario The Washington Post.
La colaboración con China parece más un sueño que una realidad. Reiteradas veces el país se ha mostrado reacio a entregar información y a cooperar con los expertos de otros países en su búsqueda por llegar al origen de la pandemia. Si bien muchas veces se ha criticado al líder de la OMS, Tedros Adhanon Ghebreyesus, y al organismo en sí por su supuesta cercanía a Beijing , la conclusión del último estudio puso de manifiesto las diferencias entre ambos.
Tedros criticó públicamente la conclusión de aquel informe, que señalaba que la idea de que el COVID-19 haya salido de un laboratorio de Wuhan es “extremadamente improbable” y que no merecía una investigación más profunda.
Peter Ben Embarek, quien fue líder del equipo de expertos, dio a entender en una entrevista que la redacción de esta había sido producto de la presión de sus colegas chinos. Este miércoles, en una editorial publicada en la revista Science, Tedros y otros funcionarios de la OMS afirmaron que no se puede descartar la teoría de una filtración de laboratorio a menos que existan pruebas suficientes para esto. “Las hipótesis de los laboratorios deben ser examinadas cuidadosamente, centrándose en los laboratorios del lugar donde surgieron los primeros informes de infecciones humanas en Wuhan”, escribieron los funcionarios.
Desde el punto de vista del régimen chino, sin embargo, la investigación sobre el origen del virus en su territorio está terminada y no hay motivos para continuar indagando el tema. Y al ser el SAGO un comité exclusivamente consultivo, su impacto estará limitado por definición. El grupo solo podrá hacer recomendaciones a la OMS que, a su vez, puede pedir a los Estados miembros la entrega de registros y documentos o que le permitan hacer una investigación en su suelo, pero no puede obligarlos a cooperar si estos no lo desean. Por ende, la reluctancia de China a continuar investigando su responsabilidad en el tema parece un obstáculo difícil de sortear.
De todas formas, la hipótesis de la filtración del virus desde un laboratorio no es la única en carpeta. Esta semana los periodistas del Washington Post Eva Dou y Michael Standaert fueron hasta las cuevas de la prefectura de Enshi, un área rural de la provincia china de Hubei a seis horas de automóvil de Wuhan. Allí hay unas singulares cuevas kársticas que tienen una longitud de casi 60 kilómetros y que alojan a numerosas especies de murciélagos. Y a su alrededor predominan pequeñas granjas que en su conjunto llegaron a albergar cientos de miles de animales salvajes, por lo menos hasta diciembre de 2019 cuando las autoridades chinas comenzaron a reprimir el comercio de fauna salvaje en la región. Pero el gobierno chino hizo poco y nada, o por lo menos no ha hecho pública la información, para determinar si estos murciélagos o los animales de las granjas estuvieron alguna vez infectados con el SARS-Cov-2.
“Realmente necesitamos averiguar más sobre los virus que circulan en esos murciélagos”, dijo al Washington Post Michael Worobey, biólogo evolutivo de la Universidad de Arizona. “Ese tipo de proximidad de animales de granja y murciélagos que podrían ser portadores de coronavirus es exactamente el tipo de cosa que nos preocupa”.
Resta ver el trabajo que será capaz de hacer el SAGO, teniendo en cuenta todas sus limitaciones, y analizar las conclusiones a las que llegue. Sin embargo, tener un equipo de expertos que funcione de manera regular -en principio hará reuniones semanales durante dos años, con la posibilidad de extender el plazo- es visto como un paso inicial tanto para encontrar el origen de la pandemia como para determinar posibles focos de creación de virus y estar preparados si volviese a ocurrir.
“Creo que el mayor valor no será para el covid”, dijo Lawrence Gostin, profesora de derecho sanitario mundial en la Universidad de Georgetown, al Washington Post “Creo que el mayor valor será tener un comité permanente de expertos, rigurosamente vetado por cualquier conflicto, con un cargo global para investigar nuevos patógenos”.