Opinión
¿Por qué morimos?

César Peña *
La muerte es un fenómeno intrínseco de la vida y de la renovación cíclica de creación – destrucción que está marcado por un reloj biológico programado para que nuestros cuerpos duren cierto tiempo siendo finitos en este espacio-tiempo donde lógicamente la inmortalidad es el sueño de los perecederos.
La muerte es una certeza universal que atraviesa todas las culturas, religiones y generaciones. Desde tiempos antiguos, el ser humano se ha preguntado por qué, si somos capaces de crear, aprender y amar, nuestra existencia tiene un final. La respuesta no es única, pero puede abordarse desde diferentes perspectivas.
Morimos porque nuestros cuerpos, como todos los sistemas vivos, tienen un límite. Las células poseen un número finito de divisiones —un fenómeno conocido como límite de Hayflick—, lo que significa que tarde o temprano los tejidos dejan de regenerarse con eficacia. A esto se suma el desgaste natural causado por los radicales libres, el deterioro del ADN y el envejecimiento de los órganos vitales. Desde este punto de vista, la muerte es el resultado inevitable de un ciclo biológico diseñado para mantener el equilibrio de la vida en el planeta.
Desde la perspectiva evolutiva los biólogos evolutivos sostienen que la muerte cumple un propósito en la continuidad de la especie. Al dar paso a nuevas generaciones, se permite la adaptación a entornos cambiantes. Si los individuos nunca murieran, no habría espacio ni recursos suficientes para los descendientes. Así, la muerte, aunque dolorosa a nivel individual, es esencial para la supervivencia de la vida en conjunto.
En filosofía, la muerte se entiende como el límite que da sentido a la existencia. Sin ella, los proyectos, los sueños y las decisiones perderían urgencia. Martin Heidegger afirmaba que vivir auténticamente implica reconocer la propia finitud. Morimos porque somos seres temporales, y precisamente esa condición nos invita a valorar el presente y a dotar de significado cada acción.
Las religiones y tradiciones han buscado dar respuestas trascendentales. Para algunas culturas, la muerte no es un final, sino una transición hacia otra forma de existencia. Ya sea a través de la reencarnación, el cielo o el regreso a la naturaleza, la idea de morir se convierte en parte de un ciclo mayor que trasciende al individuo.
Morimos porque somos parte de un sistema biológico limitado, porque la evolución lo requiere y porque nuestra existencia, en su fragilidad, encuentra sentido en el tiempo que se nos otorga. La muerte, aunque temida, nos recuerda que la vida es un regalo finito y, precisamente por ello, valioso.
Hoy, con los avances médicos, científicos y tecnológicos se abre la puerta a la inmortalidad con la que sueñan sobre todo los poderosos que creen que pueden comprar todo, siendo una quimera inalcanzable para su desgracia. La muerte sigue sin discriminar siendo una tragedia para algunos y motivo de felicidad para otros que la ven como parte de un tránsito y evolución como lo hacen diversas culturas.
- Escritor, periodista, economista y divulgador de la ciencia.