Paradigma

Reflexiones sobre el cine del Día de Muertos

Mariano Buchot

No hay evento más maravilloso ni de mayor dignidad que pueda ser capturado por una cámara como lo es el Día de Muertos en México.” Son palabras de Sergei Eisenstein; cineasta soviético, quien, a principios de los años 30, filmaba en nuestro país su obra “¡Qué viva México!”. Este realizador de origen judío, fue el primero en llevar al cine la fiesta mexicana dedicada a los difuntos, esto, en el cortometraje titulado “Día de muerte”.

A lo largo y ancho de México, la celebración para el Día de Muertos, está llena de misticismo, de sincretismo prehispánico y colonial. Desde el encanto del Xantolo en la Huasteca hidalguense, pasando por la luz de Mixquic en la Ciudad de México, llegando a la magia de Pátzcuaro en Michoacán, hasta los rituales en Oaxaca.

Eisenstein, plasmó de una manera muy genera esta celebración, otorgando detalles de las calaveras autoría del grabador José Guadalupe Posada. Además de exponer la importancia que tenía la representación de la obra de teatro “Don Juan Tenorio”; autoría de José Zorrilla, misma que posee un vínculo cercano con la fiesta de Todos los Santos en la España del siglo XIX.

Sin embargo, este evento cultural, tan poderoso y tan llamativo para propios y extraños, ha sido pocas veces llevado al cine. No son muchas las cintas que hayan retratado con precisión el Día de Muertos, que poco o nada tiene que ver con los con los conceptos cinematográficos planteados desde otra latitud, como “Spectre: 007” (James Bond) o “Coco”, animación de Disney.

“Maclovia”, película de 1948, dirigida por Emilio Fernández, protagonizada por María Félix y Pedro Armendáriz, tiene una de las mejores secuencias sobre el Día de Muertos. La acción transcurre en Janitzio, una de las islas del lago de Pátzcuaro, en Michoacán. En poco mas de 4 minutos, podemos ver el misticismo y profundidad religiosa del festejo a los difuntos en esa región. Esas maravillosas imágenes fueron capturadas por el magnífico ojo del cinefotógrafo Gabriel Figueroa.

En México, honrar y celebrar a los muertos es una herencia prehispánica. Las flores como el cempasúchil, las calaveras de azúcar y el pan de muerto, son elementos que los mexicas incluían en sus ofrendas a los muertos. Aunque antes de la llegada de los conquistadores, en lugar del cempasúchil usaban una flor amarilla llamada tonalxoxhilt, en lugar de calaveras de azúcar eran cráneos de cadáveres reales y el pan de muerto que sustituye al Tzompantli (altar donde eran colocados cráneos humanos sanguinolentos estacados, como ofrenda a los dioses); de ahí el adorno del pan con canillas que representan huesos y esferas a modo de cráneos.

Ninguna otra obra de la filmografía nacional ha tratado de manera tan fiel el Día de Muertos, como “Macario”, filme de 1960, dirigido por Roberto Gavaldón, protagonizado por Ignacio López Tarso. Esta película, desde su comienzo, mediante un breve y preciso texto, da una explicación sobre esta celebración. Visualmente es un tesoro; fotografiada también por Gabriel Figueroa.

“Día de muerte”; “Maclovia” y “Macario”; nos dicen que el Dia de Muertos en México, es más que la representación de la desvirtuada catrina del presente. Nos recuerdan  la estrecha relación que tiene nuestro pueblo con la muerte; nos dictan que el Día de Muertos es parte elemental de la identidad cultural mexicana.

Salir de la versión móvil