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Simón de Montfort, el multiasesino cristiano
César Peña
Pachuca, 18 de enero.- Uno de los más despiadados criminales al servicio de la Iglesia Católica fue Simón de Montfort, Conde de Tolosa, el principal encargado de dirigir la Cruzada contra los albigenses, al que se le imputan cientos de crueles asesinatos.
Autor de terribles mutilaciones, gustaba del descuartizamiento de enemigos de la fe y hasta despedazamiento también de cristianos como los cátaros. No tuvo pudor en asesinar a sangre fría a quien desafiara los preceptos cristianos y en crear horrores en nombre de Dios.
Nacido en 1160 recibió el título del “católico ferviente y admirable e hijo predilecto del papa, por parte del papa Inocencio III y “Paladín de la Cristiandad” por el Concilio de Letrán.
Pedro Guirao en su libro “Herejía y tragedia de los Cátaros”, menciona que en su paso por tierras francesas, Montfort encontró resistencia en Lavaur, donde una mujer llamada Giralda, le hizo frente con cien caballeros.
Pese a la resistencia, las huestes de Montfor lograron apoderarse de la fortaleza donde se encontraban 400 cátaros. Giralda fue desnudada y sacada de los cabellos pese a que estaba embarazada, aventada a un profundo pozo donde sus gritos fueron ahogados a pedradas que le lanzaron hasta matarla.
En la toma Beziers, en 1209, de acuerdo a Freixedo, fueron asesinados 20 mil cátaros, los más austeros y pobres seguidores del cristianismo, simplemente por no ajustarse a los dogmas de Roma. En la toma de Muret en 1212, fueron asesinados otros 20 mil a manos de Montfort y su gente.
Otro de los episodios más crueles de la cruzada se dio en la ciudad de Bram, en la primavera de 1210, donde, tras rendirla, Montfort mandó dejar ciegos y mancos a más de cien de sus habitantes, a los que ordenó cortar también orejas, nariz y labios, menos a uno, al que dejó un ojo, para que pudiera guiar a los demás hasta Cabaret, que pensaba asediar. Todo ello con la intención de desmoralizar a sus habitantes.
Este suceso no deja de ser un acto más en la cruenta cruzada que se estaba desarrollando. Previamente, a finales del 1209, Giraudo de Pépieux, un señor de Minervois, se subleva apoderándose del castillo de Puisserguier y de su guarnición francesa. A dos de los caballeros franceses apresados los envía desnudos a Carcasona, el cuartel general de Simón, tras vaciarles los ojos y cortarles la nariz, las orejas y el labio superior. Giraudo quería vengar la muerte de su tío a manos de un caballero francés, a quien Simón de Montfort había ordenado enterrar vivo en pago de su crimen. Con el suceso de Bram, Simón deja presente que no olvidaba las mutilaciones de Giraudo de Pépieux.
De esta forma, Montfort sirvió como contumaz asesino, al servicio de los intereses del cristianismo.