Opinión
¿Un meme puede ser arte? Fragmentos, cultura digital y humor

Rosalía Guerrero Escudero
Los memes ya son parte presente y activa de nuestra vida digital, pero pocas veces nos detenernos a pensar de dónde surgieron, cómo se configuraron o que representan. Algunos de ellos se crean directamente para la idea sarcástica que se quiere compartir, pero la gran mayoría surgen de fragmentos de otras obras, gráficas, audiovisuales, artísticas, entre otras. Pero, ¿qué pasa cuando esos memes surgen de obras clásicas del arte universal? Esa fue la pregunta que guio mi investigación sobre el consumo cultural en el ciberespacio y que nos invita a mirar con otros ojos la cultura digital que habitamos día a día.
Lo primero es reconocer que el meme no es un simple chiste: es una expresión cultural compleja, construida a partir de la fragmentación de imágenes. Esta idea se sustenta desde la propuesta del semiólogo italiano Omar Calabrese, quien plantea que la estética neobarroca se caracteriza por la repetición y la fragmentación de las obras. En este sentido, un meme puede tomar un fragmento de una pintura de Goya o de Van Gogh y, al recontextualizarlo, darle un significado totalmente distinto: convertirlo en una sátira política, un comentario social o un simple guiño humorístico.
A través de esta lógica fragmentaria, páginas de Facebook como el Instituto Nacional de Bellos Memes (INBM) han logrado captar la atención de miles de usuarios. Podemos considerar que su trabajo “baja del pedestal” a las bellas artes y las situa en un plano de interacción cotidiana: un Saturno de Goya que en vez de devorar a su hijo, devora una quesadilla -con o sin queso-; o un Miguel Hidalgo que, en lugar de lanzar un grito de independencia, corta la piña del trompo para el taco de pastor. Esto resignifica el arte en clave popular sin perder su potencia crítica.
Por su parte, el filósofo Zygmunt Bauman nos da base para comprender este fenómeno al describir la modernidad líquida: un tiempo en que los consumos culturales son fugaces, omnívoros y cambiantes. En este escenario, la diferencia entre “alta cultura” y “cultura popular” se desdibuja. Consumimos memes igual que consumimos series, música o pinturas clásicas: todo se mezcla en la pantalla de nuestro celular. Así, el meme no solo se convierte en entretenimiento, sino también en una nueva forma de consumo productivo, en el que el usuario interpreta, comenta y recrea.
Parte del debate que abre esta práctica fragmentaria es la de ¿a quién pertenece la autoría de estas obras digitales? ¿Podemos seguir hablando de arte cuando el creador extrae su obra de otras?
Lo cierto es que los memes son ya parte de nuestra cultura visual digital. Funcionan como espejos de nuestra sociedad: nos hacen reír, pero también nos invitan a reflexionar sobre la política, la economía, la vida cotidiana y hasta la forma en que concebimos el arte.
Y tú, ¿eres capaz de identificar las obras de arte clásicas reproducidas en los memes? y ¿lo mirarás como una simple broma o como una nueva manera de crear y consumir arte en la era digital?