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…. y las religiones protestantes también tiñeron la tierra de sangre

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César Peña

Pachuca, 16 de febrero.- No sólo el catolicismo cometió innumerables asesinatos desde el inicio de su historia, calculadas entre 25 y 30 millones de víctimas,  las religiones protestantes también tiñeron la tierra de sangre.

Aunque en menor grado, el cisma provocado por Lutero y Calvino, si bien suponía un ajuste de cuentas con el catolicismo, para presuntamente superar sus errores y excesos, acabó en muchos aspectos, siendo igual que aquellos.

La persecución, incluyendo la pena de muerte por herejía, no era exclusiva de los seguidores de la Iglesia de San Pedro,  los protestantes también utilizaban a Dios  para dominar y controlar en su nombre determinados territorios, y con ello asegurarse el poder y el control social y para ello no importaba derramar sangre como habían visto de parte de los católicos.

“Todos los grandes líderes de la Reforma estuvieron de acuerdo con acabar con las brujas y dieron su consentimiento para iniciar estas campañas”, escribió Freixedo.  El propio Calvino encabezó una de estas campañas y personalmente logró llevar a la hoguera a 31 mujeres que murieron lastimosamente como aquellas de la Santa Inquisición.

Fermín Mayorga, investigador de temas religiosos, dio a conocer varias de estas atrocidades a manos de protestantes, como en  Inglaterra, donde seis monjes cartujos y uno de la orden Brigidina fueron colgados y el obispo de Rochester, San Juan Fisher, fue decapitado.

En mayo y junio de 1535, otros fueron desollados en vida, ahogados y descuartizados, por negar que Enrique VIII fuera la Cabeza Suprema sobre la tierra de la Iglesia de Inglaterra. Cuando Enrique VIII comenzó su persecución, había unos mil monjes dominicos en Irlanda, solo cuatro sobrevivieron cuando Elizabeth llegó al trono treinta años después.

Además, prosigue Mayorga, en un acta firmada por los Comisionados del Parlamento de Inglaterra, decretaron que cada “sacerdote romano” debería ser colgado, decapitado, descuartizado, sacarle las entrañas y quemarlas, así como colocar su cabeza sobre un poste en un lugar público. Al final, fueron muy pocos los sacerdotes que quedaron en toda la isla.

También diversos opositores en Irlanda soportaron horribles  torturas. “Hubo casos registrados en los que se les arrancaron a tirones sus dedos, a los que se les chamuscó el cuerpo por medio de hierros candentes, a los que se les rompían las piernas. Sus esposas también eran azotadas en público”.

En Ginebra  Miguel Servet, un médico español que negaba la Trinidad, un gnóstico panteísta, sufrió toda la furia de Calvino.

 Lo había conocido y éste último declaró, el 13 de febrero de 1547, en una carta, que tras saber de sus creencias no lo dejaría volver a su casa y lo cumplió. El arribo de Servet a Ginebra, el 13 de agosto de 1553, fue detectado casi en el momento. Por medio de instigaciones fue arrestado y puesto en prisión. El 26 de octubre, el Consejo ordenó que se quemase a Servet al día siguiente.

De los más de 7 millones de muertos de la guerra de los 30 años iniciada en 1618, se calcula que casi tres millones eran católicos que sucumbieron a manos de los sanguinarios protestantes.

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