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Ciencia y Tecnología

‘AI Slop’: cuando el algoritmo es el público y la basura la noticia

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La inteligencia artificial generativa prometía una revolución creativa. Lo que no prometía —pero sí cumplió— fue una avalancha de contenido irrelevante, reciclado, impactante o directamente falso. A esta nueva plaga digital se la conoce como AI slop (un término que puede traducirse como “bazofia” “basura” o “papilla de IA”). Como advierte Jason Koebler en un artículo publicado en 404 Media, no se trata solo de estética o calidad: “es como un ataque de fuerza bruta a los algoritmos que controlan internet y que gobiernan cómo un gran segmento del público interpreta la naturaleza de la realidad”.

La analogía no es casual: en ciberseguridad, un ataque de fuerza bruta consiste en probar miles de combinaciones hasta encontrar una que funcione para descifrar, por ejemplo, una contraseña. La IA hace lo mismo con los algoritmos, publicando “miles de videos, imágenes y textos cada día, probando incansablemente qué logra captar su atención”. No importa si el contenido es absurdo, grotesco o incoherente: si engancha al algoritmo, funciona.

En esta dinámica, la audiencia ya no son los humanos. El objetivo ya no es informar o emocionar, sino ser clasificado como relevante, distribuido y, con suerte, viralizado por una máquina. Y los resultados son inquietantes: un video grotesco de una criatura que muta en araña y luego en jirafa dentro de un centro comercial, generado por IA, “acumuló más visualizaciones que todos los artículos de 404 Media combinados y multiplicados decenas de veces”, se lamentó Koebler.

El caso de Meta (Facebook, Instagram) es paradigmático. Koebler lo llama “el internet zombi”, un espacio donde «interactúan bots, humanos y cuentas que una vez fueron humanas pero ya no lo son». Según una investigación que publicó en agosto de 2024, Facebook paga a creadores en países como India, Bangladesh o Pakistán para subir contenido generado por IA: ancianas esculpiendo cocodrilos, hombres cubiertos de insectos, bebés en estado de extrema pobreza. Las imágenes no informan: impactan. No buscan verdad, buscan clics.

Koebler documentó la existencia de tutoriales con prompts como “poor people thin body” (gente pobre cuerpo flaco) y herramientas como FewFeed, que automatizan la publicación masiva. “Las personas que desarrollan estas técnicas de spam tienen un conocimiento íntimo y sofisticado de cómo funciona Facebook”, escribe. Y es rentable: un solo posteo puede generar entre 40 y 400 dólares. “Trabajo desde mi teléfono y gano más de 100.000 rupias (1.100 dólares) al mes”, cuenta Kumar, uno de los protagonistas del slop. Es tres veces el salario promedio en India, donde el dólar tiene cuatro veces más poder adquisitivo que en Estados Unidos.

Meta no lo niega y aclaró al periodista que, mientras el contenido no viole sus políticas ni sea impulsado por bots, el programa funciona como debe. Meses después, en una llamada con inversionistas, su CEO Mark Zuckerberg calificó esta nueva tendencia como “muy emocionante” para Meta.

Basura disfrazada de noticia

Lo que sucede en plataformas como Instagram y Facebook no es un caso aislado. La lógica del AI slop empieza a colarse también en medios que alguna vez aspiraron a la credibilidad y el análisis. Uno de los ejemplos más reveladores es el de Quartz.

La revista que en su momento prometió reinventar el periodismo de negocios con claridad y creatividad hoy funciona, en buena medida, como una máquina automatizada. En 2024, fue vendida por G/O Media a la firma canadiense Redbrick. Como parte del acuerdo, “todos los redactores de Quartz, excepto el editor en jefe y el editor ejecutivo, fueron despedidos”, según documentó Maggie Harrison Dupré en Futurism. La producción editorial quedó en manos de una inteligencia artificial, “Quartz Intelligence Newsroom”, que ya existía antes de la venta y que había demostrado errores importantes.

En un artículo reciente, por ejemplo, la IA aseguró que los astronautas Suni Williams y Butch Wilmore seguían en la Estación Espacial Internacional porque “su misión, originalmente más corta, fue extendida para realizar tareas de mantenimiento cruciales”. Como señala Dupré, esa versión “es completamente falsa”: los astronautas quedaron varados en el espacio (entre junio de 2024 y marzo de 2025) por fallas graves en la nave Starliner de Boeing. La IA también atribuyó mal una cita, adjudicándosela a un medio equivocado en lugar de la Associated Press.

Pero más allá de los errores, lo que realmente llama la atención es el método. Quartz no solo genera contenido automático: también se alimenta de basura producida por otras IAs. En una nota sobre la farmacéutica Novo Nordisk, por ejemplo, la IA usó como fuente principal a Devdiscourse, que, según Dupré, es otro sitio de slop evidente. La imagen destacada del artículo era un logo falso de una farmacéutica, acompañado de un texto ilegible que decía “NORDIISK STIAPLAME”.

Y no es un caso aislado. En un artículo para Wired sobre el fenómeno del AI slop, Kate Knibbs menciona el caso de The Hairpin, un blog feminista que cerró en 2018 y fue reactivado por su nuevo dueño —un DJ y emprendedor serbio— con artículos generados por IA. Las firmas originales fueron reemplazadas por nombres masculinos genéricos y el contenido reconfigurado para mejorar su posicionamiento en buscadores. El objetivo del nuevo propietario no es editorial: es explotar “la reputación y los backlinks (enlaces que apuntan a ese sitio)” para escalar en Google.

El periodista John Mahoney, citado por Knibbs, resume bien la nueva lógica: basta con tener un dominio antiguo, unas cuantas piezas recicladas y una IA capaz de generar cien artículos en una tarde. “Esto está cambiando las reglas del juego para los carroñeros de dominios expirados”, dijo.

“Creo que esto va a empujar a los medios tradicionales hacia modelos de negocio distintos, menos dependientes del SEO (optimización en motores de búsqueda). Porque, como están las cosas ahora, el SEO está siendo devorado por la basura”, advirtió Mahoney.

En realidad, el auge del AI slop no es tanto un problema en sí, sino el síntoma de algo más profundo: los incentivos que dominan a los medios digitales. “Este tipo de contenido surge porque hemos creado un ecosistema que premia cualquier cosa que genere clics, sin importar su calidad”, explicó Knibbs en una entrevista para el blog The Media Co-Pilot.

Esto no ocurre en las sombras. Para enero de 2025, NewsGuard había identificado más de 1.200 sitios “noticiosos” plagados de contenido generado por IA. Según Knibbs, muchos imitan visualmente a medios reales —como “NBCSportz” o “CBSnewsio.com”— y monetizan sus páginas con anuncios de marcas que, muchas veces, ni siquiera saben dónde están apareciendo. 

Este ecosistema no está diseñado para informar, sino para llenar espacio, acumular clics e indexar palabras. Como lo expresó Marina Adami en un artículo para el Reuters Institute, la AI slop no es desinformación, sino algo más turbio: “texto vago, lleno de palabras de moda, sin un mensaje claro”. No miente, pero tampoco dice nada. 

La académica Sandra Wachter, citada por Adami, tiene un término para este fenómeno: careless speech (o “discurso descuidado”). Son textos generados por IA que presentan “imprecisiones sutiles, simplificaciones excesivas o sesgos ocultos, todo con un tono de autoridad”. No buscan engañar de forma deliberada, sino sonar convincentes. “Lo más peligroso para una sociedad democrática no es el mentiroso, sino el que dice tonterías con seguridad”, advirtió Wachter. Y lo inquietante es que, a diferencia de los deepfakes, este “discurso descuidado” es difícil de detectar. A menudo es “parcialmente correcto” o simplemente omite matices esenciales, lo que complica clasificarlo definitivamente como falso.

En ese contexto, el caso de Quartz ya no parece excepcional sino emblemático. “Este artículo —escribió Harrison sobre la nota automatizada de los astronautas— es, de principio a fin, un desastre de AI slop escrito en un tono completamente seguro de sí mismo”. El sitio incluye un descargo al pie, reconociendo que la IA “es experimental” y “puede cometer errores”. Pero la pregunta que lanza Harrison es: ¿qué justifica este sistema si lo único que genera es daño reputacional?

En realidad, concluye, se trata simplemente de una apuesta por el tráfico. “A los ejecutivos lo único que les importa son los clics. No les preocupa si están difundiendo falsedades. En su lógica, meter en una licuadora el periodismo ajeno y publicar cualquier papilla parafraseada que salga del otro lado es una estrategia de negocios válida”.

La amenaza no es que una IA escriba mal un artículo. Es que una cadena de sistemas empieza a reciclar ese error, a repetirlo, a reentrenarse con él. “Todos están tirando sus latas vacías al bosque”, advirtió la profesora  Wachter. “Pronto va a ser mucho más difícil dar un paseo por ahí”.

“Según la IA”: una advertencia en el Día Mundial de la Libertad de Prensa

Quartz y The Hairpin son apenas la cara más burda de una tendencia más amplia: dejar de lado el criterio editorial y publicar respuestas automáticas como si fueran periodismo. Porque la IA no solo reemplaza redacciones completas. También empieza a aparecer, disfrazada de fuente, en una nueva especie de notas que se multiplican cada semana en medios grandes y pequeños: los artículos “según la IA”.

Titulares como “Este es el mejor barrio para vivir en Cartagena, según la IA” o “Las canciones perfectas para pedir perdón, según la IA” se han vuelto moneda corriente. No citan a expertos ni se basan en datos reales. Se le pregunta algo a un chatbot, se copia la respuesta, se arma un titular y se publica. A veces con una nota al pie (“esta información fue generada con inteligencia artificial”); otras, ni eso.

Lo que está en juego no es solo el uso de una herramienta, sino la idea misma del oficio. ¿Qué significa ser periodista en tiempos de IA? ¿Reproducir respuestas automáticas? ¿Tercerizar la curiosidad? ¿Renunciar al juicio?

La inteligencia artificial no solo genera contenido: también está reconfigurando el periodismo. En muchas redacciones, se copia lo que dice un modelo predictivo de texto y se publica sin verificar, sin contexto, sin responsabilidad. La UNESCO lo advirtió al anunciar el lema del Día Mundial de la Libertad de Prensa 2025“Reporting in the Brave New World: the Impact of Artificial Intelligence on Press Freedom and the Media” (Informar en un mundo desafiante – El impacto de la IA en la libertad de prensa y los medios de comunicación). Porque más allá de sus beneficios —verificación, automatización, traducción—, la IA plantea riesgos graves: desinformación amplificada, censura algorítmica y homogeneización de voces, como plantea la UNESCO en su nota conceptual.

También hay un desequilibrio estructural: los grandes modelos extraen contenido sin pagar, mientras los medios pierden ingresos y, muchas veces, terminan cerrando. Y en paralelo, periodistas —especialmente mujeres— enfrentan ataques potenciados por IA: imágenes falsas, campañas de intimidación, deepfakes. Todo esto afecta no solo la seguridad, sino también la libertad de prensa.

Ya no se trata de si una IA escribe bien o mal. Se trata de si propaga errores, impone sesgos, recicla basura con un tono de autoridad o perjudica el ejercicio periodístico. El periodismo no es repetir lo que dice una máquina. Es contrastar, explicar y conectar puntos. Es ejercer criterio. Y eso, por ahora, no se puede automatizar.

En este contexto, la Fundación Gabo participará del acto central del Día Mundial de la Libertad de Prensa, este 7 de mayo en Bruselas, Bélgica. Su director general, Jaime Abello Banfi, estará en la jornada de apertura con una intervención titulada “Por qué el periodismo es el mejor oficio del mundo”, dentro del segmento “From Eyewitness Reporting to the Art of Prompting” (Del reporteo presencial al arte de redactar prompts). Además, Abello fue parte del jurado internacional del Premio Mundial de Libertad de Prensa UNESCO/Guillermo Cano y estará presente en la ceremonia de entrega, que se celebrará el 7 de mayo en Bruselas. Este año, el galardón reconoce al diario La Prensa de Nicaragua por su valentía para seguir informando pese al exilio, la censura y la represión.

Por: Andrés Martínez Zalamea/ @etica

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