Opinión
Blancanieves: un debate progresista

Recientemente, se estrenó en las salas de cine, “Blancanieves”, adaptación en imagen real del clásico de Disney Blancanieves y los siete enanos. Desde antes de ser estrenada en la gran pantalla, esta película ya había causado polémicas, por situaciones como la apariencia de su protagonista, por la presencia o no de actores de talla pequeña, por citar los principales.
“Blancanieves”, la película de 1937, es el primer largometraje de animación producido por Walt Disney. Es, sin duda un clásico del séptimo arte. Se trata del primer gran éxito global de dibujos animados, a partir de este filme, Disney forjó un imperio en el cine, con sus películas animadas.
Títulos como “Pinocho” (1940); “Dumbo” (1941); “Bambi” (1942); entre otras, dieron otra perspectiva al cine, la adaptación de obras literarias, trasladadas a la animación cinematográfica. Esto, ha sido una tradición hasta el presente, en la industria del cine en el mundo entero. Desde hace unos años, los grandes estudios, han readaptado muchas de esas películas en imagen real, con resultados poco favorecedores por parte del público.
Las nuevas adaptaciones cinematográficas no solo buscan modernizar la estética de clásicos del cine y la literatura, sino que también reformulan sus narrativas para ajustarse a sensibilidades y debates actuales. Las reinterpretaciones de cuentos tradicionales, y los ajustes progresistas en sus guiones reflejan un cambio en las expectativas del público y en la industria misma.
Uno de los fenómenos más recientes de esta transformación es la diversificación del elenco de las películas. Títulos como «La Sirenita» (2023) y esta, la más reciente entrega de «Blancanieves», han generado amplias discusiones al optar por protagonistas que se alejan de las representaciones del pasado. Mientras que algunos sectores del público celebran estas decisiones como un avance en términos de inclusión y representatividad, otros reaccionan con escepticismo, argumentando que ciertos cambios alteran la esencia de los relatos originales. Lo que resulta indudable, es el gran impacto en redes sociales, mismo que se refleja en las taquillas.
“Blancanieves”, en su primera semana de exhibición en México, se ha posicionado en el primer lugar de asistencia a las salas de cine, llevando más de un millón de espectadores a las pantallas de nuestro país. Un amplio segmento de la crítica ha sido feroz con esta película. Los sitios especializados en calificaciones cinematográficas la ubican con números muy bajos de aprobación; como el sitio IMDB, donde aparece con una calificación de 1.6 sobre 10.
Pero ¿es esta película de Blancanieves un relato progresista o “woke”? El término woke se refiere lo que está influenciado por ideas progresistas, por ideas políticamente liberales, en un sentido extremo o radical. El primer aspecto a tomar en cuenta es la actriz protagónica de “Blancanieves”, Rachel Zegler, quien por línea materna tiene ascendencia colombiana; su apariencia dista mucho de la descripción original que aparece en el relato de los hermanos Grimm, quienes publicaron su cuento en 1812; y, del cual la versión de Blancanieves, de 1937, es una adaptación fiel. Otro punto importante es el reemplazo de los siete enanos, por “criaturas mágicas”, generadas por CGI (imágenes generadas por computadora), esto, con el fin de no estereotipar a las personas de talla baja. Además, claro, de la novedosa propuesta narrativa de esta película, misma que ya ustedes, cuenta se darán.
Cabe resaltar que, esta, la más reciente versión de “Blancanieves”, dirigida por Marc Webb, no es la primera versión del cuento de los hermanos Grimm en acción real. La primera adaptación data de 1902, con un corto extraviado, producido por Siegmund Lubin, en Estados Unidos. Después, tanto en el cine silente, como en todas las épocas de la cinematografía, han existido adaptaciones a esta historia.
Por último, cabe preguntarse hasta qué punto las adaptaciones progresistas como esta, responden a un interés genuino por evolucionar la industria o si se trata simplemente de estrategias comerciales. El cine, al fin y al cabo, es un negocio y los estudios, distribuidoras y exhibidores, buscan captar nuevos segmentos de audiencia. La línea entre una reinvención necesaria y el oportunismo cultural y político puede ser delgada y transparente, y con ello, el debate sigue abierto.