Opinión
Llega la 8ª edición del Festival Internacional Cine de América en Hidalgo
El próximo lunes 16 de diciembre dará inicio la octava edición del Festival Internacional Cine de América en Hidalgo (FICAH). Serán tres días llenos de cine en la capital hidalguense, Pachuca. El teatro Guillermo Romo de Vivar, es, nuevamente la sede del FICAH, que desde el 2017, ha albergado a este festival.
El espíritu del cine independiente es el que se refleja en el FICAH. En una entidad donde la cultura lucha constantemente por encontrar espacios alternativos, la realización de un festival de cine independiente que llega a su octava edición merece no solo atención, sino también una reflexión profunda sobre su significado en el panorama cultural del estado de Hidalgo. Este festival, construido sin apoyos gubernamentales y sostenido por la pasión de sus organizadores, representa un acto de resistencia, un faro para las voces que no siempre encuentran cabida en las plataformas comerciales.
La independencia tiene un elevado costo, y no me refiero solo al aspecto financiero. Se requiere una voluntad inquebrantable de quienes lo organizan y de una comunidad que entiende la importancia de contar con un espacio como este. En cada edición, el FICAH ha demostrado que el cine puede ser un elemento de peso dentro de la composición sociocultural de los pueblos; es, una herramienta de transformación, es también, un espejo que nos enfrenta a nuestras propias contradicciones, y, una plataforma que democratiza el acceso a la cultura.
Resulta notable que, a pesar de la falta de apoyos oficiales, el festival no solo haya sobrevivido, sino que también haya crecido. Este año, la programación incluye 25 películas provenientes de diversos rincones del país y del mundo, desde documentales que retratan realidades ignoradas hasta ficciones que desafían las estructuras narrativas tradicionales. La selección de títulos del FICAH número 8, es una muestra de la riqueza que puede surgir cuando las limitaciones económicas no dictan el contenido artístico.
Sin embargo, no puedo dejar de lado una pregunta incómoda: ¿por qué en un país con una tradición cinematográfica y cultural tan rica, seguimos dependiendo de esfuerzos individuales para sostener este tipo de iniciativas? Este festival es un ejemplo de que la labor cultural independiente no se detiene, pero también es un recordatorio de las dificultades que enfrentan quienes deciden emprender este camino.
El cine independiente no es solo una alternativa; es una necesidad. Representa las historias que de otra manera quedarían en el olvido, visibiliza la propuesta narrativa de realizadores que se enfrentan al eterno conflicto de la distribución de sus obras. Festivales como este no solo deben celebrarse, sino también apoyarse, desde la asistencia del público a sus funciones, que por cierto son todas gratuitas; hasta la creación de redes de colaboración institucionales que garanticen su continuidad.
En su octava edición, El FICAH nos invita a reflexionar sobre el papel del Estado en el sostenimiento de la cultura. Queda claro que mientras haya personas dispuestas a contar historias y espectadores abiertos a escucharlas, el cine independiente seguirá siendo un refugio para la libertad creativa, y este festival, un espacio para su proyección.
Al final, no se trata solo de películas, sino del acto de resistencia que implica proyectarlas contra viento y marea.