Hidalgo
Cuando la pobreza duele hasta el tuétano
Reynaldo caminaba con la mirada clavada sobre el pavimento sin importar el frío viento nocturno del que apenas se protegía con un delgado suéter rojo. Cabizbajo y distraído, su mente estaba enfocada en llegar a su casa, ubicada a casi 130 kilómetros para deahogar su tragedia: acababa de morir su esposa.
Sin un peso en la bolsa, ni siquiera para el camión, estaba dispuesto a llegara pie hasta Puebla tras dejar el Hospital General de Pachuca, dando tumbos y hasta a momentos trpezando sobre la carretera estatal Pachuca – Ciudad Sahagún, donde ya llevaba cubiertos los primeros 12 kilómetros de su dura travesía.
No le importaba que ese día no había comido ni tomado agua; ya tenía pocas esperanza de la vida tras haber perdido a su compañera de vida y tras esa gran losa, tenía que resolver el tener que pagar una cuenta de 90 mil pesos que adeudaba en el nosocomio.
“No tengo nada, ni un peso para poder pagar, pero me dicen que si no pago no me dejan sacar a mi esposa (…) no sé que hacer”, admite con el corazón a punto de salirsele lo mismo que las lágrimas.
Siendo un campesino, como pudo, explicó que pagó 35 mil pesos para las cirugías y curaciones que le hicieron para salvarle la vida de forma inútil a su esposa Laura y aunque llevaba su teléfono celular, no tenía ya ni para una recarga para llamar.
“No tengo ni siquiera para poder hablarle a mi familia”, lamentó con la tristeza de un jilguero que ha dejado el hogar.
Una buena samaritana que detuvo la marcha de su auto, le regaló 120 pesos y le prestó su teléfono para hacer una llamada. Reynaldo no pudo más y estallo en llanto; no lo podía creer que alguien haya detenido a marcha de su auto para ayudarlo.
El hombre ni siquiera sabía que en esa carretera sobre la que caminaba, pasaba un camión para llevarlo a casa. “Súbase al camión que va para Ciudad Sahagún que pasa por aquí”, le dijo la mujer.
“Si, ya de ahí está más cerca llegar a Almoloya y de ahí a Puebla“, respondió con un brillo temporal en su mirada por la ayuda.
Ambos siguieron su camino, pero a Reynaldo aún le faltaba mucho por llegar a su destino.