La indiferencia, “el verdadero enemigo del amor”.

Mucho hemos escuchado, leído sobre los elementos necesarios para hacer que un amor sea estable y sano,  donde la pareja crezca y madure;  la comunicación, muestras de afecto, contacto físico, detalles, tiempo de calidad, pasión, intimidad, compromiso… por mencionar algunos, donde se encuentran sustentados por  los valores, si éstos no son compatibles en una relación de pareja, está destinada a “enfriarse”,  a caer en una rutina, monotonía e indiferencia que terminará por llevar a la decepción y muy posiblemente al término de la relación.

Con regularidad al pensar en la parte opuesta del amor, pensamos en el odio, ¿y qué crees? odiar a alguien es también una forma de seguir vinculado a la persona. Pensar en un día común de pareja donde ninguno de los dos muestre respeto por las necesidades del otro, lo que le duele o molesta, dejar de reír o tocarse, dejar de ser cómplices o amigos, olvidar fechas importantes, detalles sin motivo, llevará a la pareja a un distanciamiento emocional, lo que dará como resultado una vida en compañía pero en soledad y sin duda a un rompimiento emocional y físico (posiblemente) de ambos, obligando al amor a salir corriendo por la puerta.

Ser indiferente ante las palabras de la pareja, las necesidades, sus heridas, sus límites, dejar de sentir su dolor, es una muestra de inmadurez emocional, falta de responsabilidad afectiva y de verdadero compromiso ante la relación, por lo tanto, siempre será mejor opción retirarse de una relación donde se le lastima de forma consciente e iniciar un camino de aprendizajes y crecimiento personal.   

De modo que, si quieres iniciar un recorrido por el complejo camino del amor,  recuerda que éste siempre será una construcción mutua, cobijado de verdadero compromiso, congruencia entre las palabras y los actos, sostenido por valores mutuos y ganas de hacer crecer el amor, alejándose día a día del temible monstruo llamado “indiferencia”.