Opinión
La lengua en su lugar
Lengua, política y cultura
Reza el adagio: “A casa vieja, puertas nuevas”, y en este, nuestro diverso y acogedor hogar llamado México, ¡vaya que se han ido cambiando las puertas! Esas entradas a un declarado nuevo gobierno humanista se han ido instalando con el título de ‘reformas’ que no a todas las personas que habitan la casa les han acomodado del todo, o quedan muy angostas o muy anchas.
La palabra reforma tiene su origen en el latín reformare, que significa “restaurar” o “hacer de nuevo”. Entiéndase como la acción de cambiar, renovar o mejorar lo que ya existe. Ya desde esta última connotación subjetiva nos orientamos a un conflicto que impacta el interés o la conveniencia colectivos.
Y sí, los cambios siempre son motivo de rechazo, tanto en lo individual como en lo colectivo; alteran esa tan mentada zona de confort, dan pie a cierto estado de alboroto social y político, según el contexto en que sucede.
En la historia, el término reforma ha sido utilizado en diferentes contextos. Uno de los ejemplos más conocidos es el de la Reforma Protestante del siglo XVI, liderada por Martín Lutero, que pretendía reformar la Iglesia Católica y promover un retorno a las enseñanzas originales del cristianismo.
En el contexto político, la palabra reforma suele utilizarse para referirse a cambios en leyes, instituciones o sistemas, con el objetivo de mejorar su funcionamiento o eficacia: reforma fiscal, reforma energética, reforma laboral, reforma educativa, reforma ferroviaria, reforma judicial… ¿les suenan?
Uno de los grandes reformadores conocidos en México es el expresidente Benito Juárez, quien proclamó las Leyes de Reforma el 6 de septiembre de 1860, mediante las cuales, básicamente, se estableció la separación entre la Iglesia y el Estado.
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México, llegaron nuevas reformas, esas puertas incómodas para quienes, acostumbrados ya a la casa vieja, se siguen resistiendo a la renovación del hogar.
En recientes días, la polémica ha surgido con mayor intensidad por la Reforma al Poder Judicial y la solicitud de la jueza Nancy Juárez de eliminar la publicación de la misma en el Diario Oficial de la Federación; se han agudizado las protestas, así como las posturas en contra, de actores involucrados que se han volcado a la resistencia de este cambio que, sí o sí, ha reiterado la primera mandataria del país, Claudia Sheinbaum, será un hecho.
Esto me remite, para la reflexión, a una frase atribuida a Leon Trotsky: “No se puede obtener el Poder por medio de reformas, ni se puede, por medio de una presión, forzar a la burguesía a cambiar su política en una cuestión de la que depende su suerte”.
En pocas palabras, para poner la lengua en su lugar, quienes ya están acostumbrados a la casa vieja y conocida seguirán resistiéndose a nuevas puertas para el cambio y la ‘transformación’ del hogar.